lunes, julio 10, 2006

Solidaridad (I): La distancia

Los españoles somos solidarios. Cuando es necesario ayudar, no dudamos en arrimar el hombro y colaborar desinteresadamente: si hay un terremoto en Irán, mandamos medicamentos; para el Tsunami de Indonesia, fletamos aviones llenos de comida; apadrinamos miles de niños sudamericanos, y todos los meses pagamos nuestra cuota de ONGs que trabajan contra el hambre en África. No cabe duda, los españoles somos solidarios.

Sin embargo, cuando la comunidad autónoma vecina nos pide agua para regar sus campos, se la negamos, porque nuestra agua es sólo para nosotros; cuando se trata de repartir los impuestos de la regiones más ricas entre las más pobres, se reforman estatutos para que los impuestos de mi región se gasten en ella y no fuera; si van a construir un centro de rehabilitación de toxicómanos en nuestro barrio, nos manifestamos para que se lo lleven a otro barrio; cuando un inmigrante necesita alquilar nuestro piso, nos negamos porque no nos fiamos.

"Dicen que la distancia es el olvido..." Pues en este caso es al revés. Somos solidarios con los que están muy lejos, cuanto más lejos, más solidarios somos. Pero con el que tenemos al lado, somos recelosos, egoistas y avaros. ¿Alguien me podría explicar por qué?

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