viernes, junio 30, 2006

Una historia de diálogo

Érase una vez... un país en el que los hombres maltrataban a sus mujeres. No todos, claro, sólo algunos, pero cada año eran demasiadas las mujeres que morían asesinadas por sus parejas, o sufrían sus palizas y humillaciones. Violencia en los hogares.

Esos hombres tenían una ideología, el machismo. Reclamaban la sumisión total de las
mujeres, basándose en sus derechos históricos: durante siglos, la mujer había estado por debajo del hombre, y esa situación debía respetarse. Por eso no acataban la Constitución de aquel país, que proclamaba la igualdad entre todos los ciudadanos, sin importar su sexo. Defendían el uso de la violencia contra sus mujeres, pues la ley no tenía en cuenta sus aspiraciones históricas.

Uno de los partidos políticos de aquel país, al llegar al gobierno, preguntó a los machistas qué querían para dejar de maltratar a las mujeres. Le respondieron que la sumisión total de las mismas, y la excarcelación de los maltratadores que estaban en las cárceles. El gobierno se negó, y continuaron los maltratos.

Cuando el otro principal partido llegó al gobierno, también preguntó a los machistas. Le respondieron lo mismo, el gobierno se volvió a negar, y los asesinatos y palizas no pararon. Entonces los dos partidos se pusieron de acuerdo en que no volverían a hablar con los machistas, y que nunca cederían a sus pretensiones mientras siguiera la violencia, sino que al que maltratara a una mujer le juzgarían y encarcelarían el mayor tiempo posible.

Cuando el primer partido volvió al gobierno, dijo que el diálogo lo solucionaría todo. De nuevo preguntó a los machistas. Estos dejaron de matar a sus mujeres, limitándose a las palizas y a las humillaciones habituales, y le pidieron al gobierno de nuevo que las mujeres debían someterse a los hombres por ley, y que los maltratadores debían de salir de la cárcel.

Las mujeres maltratadas se manifestaron y pidieron justicia para los maltradores, pero el
gobierno les pidió que no crisparan el ambiente y que estuvieran sosegadas para ayudar a la paz. Los jueces dejaron de encarcelar a los maltratadores, para no entorpecer el diálogo.

Tras varias conversaciones, y con la oposición del otro partido, el gobierno llegó a un acuerdo con los machistas: Los asesinos de mujeres saldrían de la cárcel si prometían no volver a matar a nadie; y se haría un referéndum para preguntar al pueblo si querían que la mujer fuese inferior a ellos por ley. Todo sería democrático.

El referéndum se aprobó por una mayoría del 50,01% (entonces había mas hombres que mujeres en el país), y la nueva ley fue aprobada. Los maltratadores quedaron en libertad, y ya no hubo asesinatos ni palizas. La mujer quedó bajo el dominio masculino, y hubo paz en los hogares. Paz, por fin paz.